24.7.07

[siete.uno]

lamento mi interminable redundancia.
esa misma destreza de un jotch para colocar de manera indudable algunos de sus recuerdos en la categoría de fílmicos es la que lo conduce inevitablemente a la incapacidad de superarlos: a la condena vitalicia de esporádicas crisis de nostalgia.
en días como hoy en los que el pasado resulta dolorosamente perfecto, no es precisamente sano encontrarme, después de meses de completo extravío, con una de esas figuras tan inalcanzables, como hermosas e impecables -probablemente la única hasta ahora conocida en su categoría-.
un jotch siempre extraña y nunca supera del todo. el horizonte en tiempos como éste no hace más que recordarnos lo lejos que estamos ahora de aquellas circunstancias ridículamente entrañables de algún entonces.
¿alguien podría traer un poco a mi maestro de regreso?

8 comentarios:

leeleean dijo...

Tal parece que la consigna es nunca estar completos. Qué manías las nuestras... je. Me gusta mucho cómo escribes.
Eh, eres hermano de Belida, ¿cierto?
La genética de la sintaxis pulcra, no cabe duda.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Es para mí esta entrada como el más preciso y extraño de todos los espejos: un rostro que se vuelve para ser reconstruido en sus palabras. Parece que dijera: "tu imagen verdadera se encuentra en otra parte", "en un pasado dolorosamente perfecto", en "un mundo primero", en un origen: me acerca a la belleza de todo lo invisible, me hundo en su promesa --toda nostalgia es promesa-- de rostros verdaderos, me llama desde su habla de corazón honesto. Y la agradezco.

Anónimo dijo...

Pienso en un texto que no leía hace mucho, pienso en el amor (que es amor a la infancia), en el pasado; pienso que en tu texto (perdone si exagero) hay un grito inaudible de tan sobrio y que tal vez, sólo tal vez, sea a veces desde el grito donde se recontruye la alegría. He aquí ese texto (tomado de "El dolor" de Ungaretti):


Todo he perdido de la infancia
y no podré ya nunca
olvidarme en un grito.

La infancia he sepultado
en el fondo de noches
y ahora, espada invisible,
me separa de todo.

De mí recuerdo que me alegraba amándote
y heme aquí perdido
en el infinito de las noches.

Desesperación que incesante aumenta:
la vida no me es más,
atorada en el fondo de la garganta,
que una roca de gritos.

Saludos, sr. Jotch, muchos saludos. Y disculpe si aprovecho su texto para leer allí mis propias cuitas: no es necesariamente justo, pero me es, también, inevitable. Fernando.

jotch dijo...

¿quién podría hablar de justicia si se trata de esos fragmentos ridículamente entrañables en un sábado vacío?

fortuna es de la que podría hablar ahora... coincidencia de ésas que no pueden ser más bonitas.

Anónimo dijo...

Una enorme fortuna --y la justicia sobra, con razón me lo dices.

Yo hablaría, por mi parte, de un refugio: me exilio del domingo en tu respuesta e intento --no encuentro la manera-- de enviarte una sonrisa, una tangible, o algo. Quede, pues, el esfuerzo como recuerdo, y presencia, de una bonita circunstancia. Muchos saludos, Jotch.

F.

antigona dijo...

como ya habia dicho ud. un jotch no puede superar... estamos en las mismas, espero verlo pronto y verlo pasadas las 2 am

Anónimo dijo...

sólo dos glosas más, dos pequeños fragmentos. No me resisto, aunque puedan parecer (espero que sólo lo parezcan) fuera de contexto. Son poemas hermosos, sin embargo, perfectos para un hermoso texto como el suyo.

(...)al oído del mar resonaba
una infancia errada, herencia de sueños
al revés, en la tierra
de medidas abstractas donde todo
es más fuerte que el hombre.
(S. Quasimodo)

el segundo:

(...)Pero ahora te agradezco,
eso quiero, la ironía que has puesto en mis labios (...).
Aquella sonrisa me ha salvado de llantos y dolores.
Y no importa ya si ahora tengo alguna lágrima para ti,
para todos aquéllos que como tú esperan
pero no saben qué.

(también de S. Quasimodo)

más y más saludos. Fdo.

Mario dijo...

Por eso, siempre en las películas, cuando nos quieren dar un golpe de nostalgia pura, el director poner a uno de sus protagonistas examinar videos caseros del pasado. Allí, granulosos y desenfocados, están presentes el padre que ya murió, los amigos que ya hiceron una familia y se olvidaron del patio de juegos, la fiesta de cumpleaños de los cinco años. Incluso, en "12 monos" y ante la inminencia del fin del mundo, Bruce Willis se metía al cine a ver una película de Hitchcock rodada en San Francisco, "Vertigo", en Technicolor y con colores más brillantes que los reales. Lo importante, creo, es hacer acopio de experiencias que después uno pueda imaginar proyectadas en su propia pantalla... Un abrazo