mi habitación huele a una cotidianidad en plural que inevitablemente me llena de nostalgia cada veinte o veinticuatro minutos. me he descubierto entre las manos una necesidad casi insoportable de amistad simbiótica y femenina que en este momento está tan lejos como nunca antes.
de lo que sigue: mis ganas de superhéroes arácnidos, los repetidos intentos de orden y progreso, los cajones vacíos y las tardes muy posiblemente sobradas... con algo de suerte una voz que mi memoria ya parece extrañar se aparece por la colonia y me alimenta un poco las ganas que ya tienen gastadas todas sus promesas.
lo que sigue es mi visita a la funeraria y toda mi ropa limpia de nuevo.
1 comentario:
Las promesas deberían tener, aunque sea por disimulo, las mismas letritas que aparecen al final de los contratos. Igual no las leeríamos, pero por lo menos podríamos decirnos: no las vi por distracción.
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